El Chelsea llega a este duelo apoyado en una de sus mayores virtudes: la solidez defensiva que suele exhibir en casa durante competiciones europeas, un aspecto que complementa con la velocidad y la agresividad de sus extremos para generar transiciones rápidas. Sin embargo, su principal debilidad sigue siendo la irregularidad que muestra fuera de su liga doméstica, algo que condiciona su consistencia competitiva. Para este encuentro, se espera que los londinenses opten por un esquema 4-3-3 o 4-2-3-1, con un bloque medio-alto diseñado para presionar la salida del Barcelona y aprovechar los espacios que dejan los laterales culés mediante ataques verticales. La batalla en el mediocampo será determinante, ya que el Chelsea necesitará interrumpir el ritmo característico del conjunto blaugrana para imponer su propio plan de juego.
El Barcelona de Hansi Flick llega como un equipo tremendamente productivo en Europa, promediando tres goles por partido gracias a su estilo ofensivo y al peso de sus jóvenes talentos, aunque esa misma vocación de ataque ha dejado al descubierto una fragilidad defensiva que le ha hecho encajar en la mayoría de sus encuentros. Aun con su buen momento de forma, el reto emocional y competitivo que supone jugar en un escenario como Stamford Bridge siempre es un factor a considerar. El conjunto blaugrana se mantiene fiel a su identidad con un 4-3-3 orientado al control del balón, la circulación constante y la amplitud por las bandas, donde futbolistas como Lamine Yamal pueden marcar diferencias. Su plan pasa por dominar la posesión para reducir las opciones de contragolpe del Chelsea, aunque ese afán por construir desde atrás suele llevarlos a asumir riesgos que, en ocasiones, comprometen la seguridad de su defensa.
